Cambio de armarios

Cambio de armarios
17 octubre, 2016 Miguel Pérez-Laorga
Caray, qué aburrimiento, pero no hay más remedio, es necesario, toca cambiar la ropa de verano por la de invierno a no ser que queramos morir congelados en el salón mientras vemos la tele. No, no es tarea fácil, y menos aún en familias numerosas.
Esta suele ser la situación: caos absoluto en casa, todos los cuartos patas arriba, los armarios de par en par … y nervios, muuuchos nervios. “¡¡Lucas pruébate este pantalón a ver si te está bien!! ¿Lucas?”. Mientras tanto Lucas huye por el pasillo advirtiendo a sus hermanos porque todos odian ponerse y quitarse ropa; lo normal, a su edad a mí me pasaba lo mismo.
Es tiempo de cambio, de renovarse, de tomar decisiones “importantísimas” como la de tirar o no el pantalón con rodilleras del cole, de ver si vale la pena la ropa heredada de los primos, de llamar a la superabuela para que cosa el siete del abrigo o de saber si María tiene zapatos porque ya lleva los dedos de los pies encogidos como una geisha.
Así es, cada cierto tiempo hay que abrir los armarios y ventilar. A veces no nos damos cuenta pero viene muy bien mirarse en el espejo y comprobar si nos sigue gustando nuestro reflejo. Con los años, al igual que con la ropa, nuestra forma de ser, nuestro carácter, el modo de actuar con nuestra pareja, en el trabajo o con nuestros hijos necesita pequeños pespuntes, unos arreglillos.
Hay cosas que deben ser inamovibles como por ejemplo los clásicos: un “por favor”, un “lo siento”, un “¡buen día hijo!”. Hay otros detalles que nunca pasan de moda aunque no está de más recordarlos: un “muchas gracias”, un whats up con un TQ, un “¿Necesitas ayuda con ese informe?” o un “ya saco yo la basura”. Y por último no hay que descuidar a los grandes olvidados, aquellos que hay que incorporar a nuestro vestuario sea cuál sea la estación del año: Un beso sin venir a cuento, un abrazo con los ojos cerrados, un “tú puedes hijo, eres el mejor”, una mesa bien puesta con una vela y buena música, un paseo por el campo en familia, y ¿desde hace cuánto no bailais?
Intentemos cuidar más a menudo tanto nuestra apariencia como nuestra forma de ser y actuar, intentemos dar lo mejor de nosotros, hagamos felices a los demás, repasemos las metas en nuestra vida, busquemos un momento del día para rezar, llamemos por teléfono más a menudo a nuestros familiares, regalemos sonrisas y no olvidemos dar gracias a Dios por todo lo que tenemos, porque por muy buen fondo de armario que pensemos tener, o le damos un repasito cada cierto tiempo o corremos el riesgo de apolillarnos como personas.