Mi madre siempre lo hacía, cuando bajábamos la cuesta de los Dominicos de camino a Madrid, al pasar por la iglesia, se santiguaba. Si en nuestro camino se cruzaba alguna iglesia más volvía a hacerlo con toda naturalidad. Nosotros la imitábamos. No recuerdo hasta qué edad ni cuándo dejé de hacerlo, pero perdí la costumbre de saludar al Señor.
Años más tarde con nuestros hijos pequeños volvimos a retomar ese pequeño detalle ¡y qué bonito detalle!
Una antigua tradición católica que deberíamos recuperar y enseñar a nuestros hijos porque no es una simple costumbre. Es un acto de amor en el cual les mostramos la presencia real de Jesús en el sagrario. Jesús está ahí. Es el corazón viviente de nuestra iglesia.
Acordémonos de santiguarnos o de decir una pequeña jaculatoria.
Para los más pequeños un “buenos días Jesús”. Para los mayores “Sagrado corazón de Jesús en vos confío”
Rezando
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Hablando
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¡¡¡Tenemos tantas cosas que celebrar los cristianos!!!