El Papa Francisco habló, el pasado 3 de mayo durante la catequesis general, de tres cosas tremendamente importantes (e increíblemente simples) que cada vez tenemos más olvidadas en la sociedad. Son solo tres palabras: gracias, perdón y por favor.
Tan simples ¿verdad? Pues tan importantes para el día a día, para que no se nos endurezca el corazón.
Hay tantas cosas que nos gustaría que nos salieran de manera involuntaria: la ayuda; la paz; la comprensión; una mirada limpia, sin juicios; la empatía, el perdón…pero la condición humana es débil y caemos continuamente. La confianza y la rutina nos hacen perder los pequeños detalles de amor con los que más queremos.
De ahí la importancia de poner esas tres palabras en práctica desde que nos levantamos. Podemos empezar haciéndolo en casa.
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POR FAVOR. Vivir en familia es compartir todo. Entre otras cosas tu intimidad, tu espacio, tus pensamientos… Muchas veces por el hecho de compartir techo todos los días perdemos la conciencia de esa pertenencia. “El cuarto de mi hermano”, “el diario de mi hermana”, “El bolso de mi madre”, “El libro de mi padre”, “El juguete de Carlitos”. La costumbre y el cariño nos hacen a veces tomarnos unas libertades que invaden las del resto de miembros de la casa. Por eso es importante pedir permiso cada vez que se vayan a hacer las cosas. Con ello demuestras respeto por la vida del otro y le haces ver que entiendes la importancia que tiene para él. “Hay que tener delicadeza y tratar de no invadir, igual que Cristo nos pide permiso para entrar en nuestro corazón”, dice el Papa.
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GRACIAS. Muchas veces parece que dar las gracias es una señal de debilidad, o que no darlas es una señal de emancipación. Vivimos en una sociedad que exige, que entiende que sus derechos están por encima de todo y que se olvida de agradecer, porque claro, como era lo que me correspondía… Según el Papa “un cristiano que no da las gracias, ha olvidado el lenguaje de Dios”. No podemos olvidarnos nunca de agradecer, tanto a Dios por las mañanas y por las noches como a cada uno de los miembros de nuestra familia ante las cosas más rutinarias, pero sobre todo, ante aquello que más nos cuesta.
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PERDÓN. El perdón es un círculo. Si no eres capaz de ser humilde y pedir perdón cuando corresponda, no serás digno de ser perdonado cuando metas la pata. “No es casualidad que la palabra perdón se incluyera en el Padrenuestro. En una casa en la que no se vive y practica el perdón el aire es irrespirable. Muchas de las heridas que se generan en el corazón proviene de la pérdida de esta deliciosa palabra: perdóname”, dice el Papa. El perdón es, posiblemente de las cosas más importantes. Por eso Jesús hizo de ello un sacramento. La confesión es el ejercicio de pedir perdón y ser perdonado.