De visita al cielo

Hace poco fuimos a recoger una nueva “hornada” de nuestras vírgenes de trapo. Llamamos al timbre situado cerca del torno del convento y en seguida escuchamos la voz de una hermana diciendo “Ave María purísima”. Era Sor Triunfo. Al recibirnos con el hábito, el mandil y sus chanclas, en seguida entendimos que estaba limpiando el patio o dando de comer a los patos. Su cara se ilumina cada vez que vamos a visitarlas. Nos reciben con tanta alegría que nos llenan de amor. Sor Pilar y la Madre Beatriz nos esperaban en su salita-taller donde, puntada a puntada, misterio a misterio, cosen las vírgenes, los baberos y los almohadones para nuestro niño Jesús. Son adorables.

Siempre que las visitamos intentamos ir con los niños, queremos que entiendan el valor de unas personas que han entregado su vida a Dios, a rezar por los demás. Queremos que sientan su alegría.

La que causa furor es María, la pequeña de nuestros hijos. Para las hermanas es como recibir a un ángel. La miran con esa dulzura, con ese amor que solo ellas saben transmitir. La niña les mira con extrañeza, sorprendida por sus hábitos y por la toca que cubre sus cabezas.

¡Qué brillo especial tienen los ojos de las hermanas! ¡cuánto amor guardan sus corazones! Tengámoslas presentes en nuestras oraciones. Pidamos por las vocaciones para que conventos y seminarios reciban también nuevas “hornadas” de hombres y mujeres entregados al Señor. ¡Dios les bendiga!